Si me permiten, ahora quiero relatarles varias de las tantas paradojas, jocosidades y múltiples casualidades de la vida que me contó mi amigo Tomas Froy aquel día que vino en sueño a Limbotropía. “Iba yo un día, caminando por la parte final de la calle Daniel Goris, frente A Don Mateo Gómez, en el pueblo abajo, casi llegando al potrero de Augusto Batista".
–¿Quién será aquel que va allá?
–me pregunté-, porque vi una persona trotando muy de prisa en la más terrible
oscuridad de la noche. ¡Muchacho juguetón, al fin!, me vino la idea de darle un
susto al paisano. Este señor llevaba un filoso colín (machete) terciado
y un sombrero de aluminio. Tomé dos piedras, ¡brinqué! y le di con ellas a
ambos lados del sombrero. Luego me tiré al suelo, lejos del asustado viajante.
El señor también se arrojó en el pavimento. Agarró su machete y tiró varios
golpes al aire, gritando ¡Quién diablos anda ahí! Yo estaba que quería
explotarme de la risa. Cuando vio que era yo, quería matarme. –“Muchacho del
carajo…¿Cómo tú me haces eso a mí? Precisamente, cuando me diste en el
sombrero, yo pensé:¿Si alguien me tira dos piedras, me puede hasta matar, en
esto tan oscuro?