En la cama y en la cárcel se conoce a los amigos - Soy de Navarrete


 

En la cama y en la cárcel se conoce a los amigos

La expresión "En la cama y en la cárcel se conoce a los amigos", surgida de un refrán, se utiliza para hacer referencia a que sólo los verdaderos amigos nos acompañarán cuando enfermemos o cuando por alguna razón caigamos en la cárcel, pues sólo de esta forma sabremos a quién le importamos y con quién podemos contar en situaciones en las que se requiere no necesariamente apoyo material, sino que a veces sólo basta un momento de compañía, una palmada y un abrazo para hacer sentir mejor a quien atraviesa por circunstancias difíciles.

De esta forma, la amistad y la solidaridad son dos elementos que se fusionan cuando se presentan circunstancias adversas en las que el ser humano requiere una muestra de apoyo en momentos especiales, por ejemplo, cuando se sufre por alguna enfermedad -por leve que sea-, o cuando por algún delito -intencional o imprudencial- se es encerrado en alguna prisión.

En ambos casos, quien padece la enfermedad o es encarcelado lo que más anhela es ser visitado, en primer lugar, por su familia y, posteriormente, por sus amigos más cercanos, quienes en ocasiones ofrecen más respaldo que los mismos parientes más allegados, a tal grado que a veces son quienes se enteran primero que la familia de los problemas de salud o con la justicia que aquejan a una persona, por lo que son ellos quienes están siempre al pie del cañón cuando se les necesita en circunstancias especiales como las mencionadas.

Desde luego que quien enferma o es encarcelado lo primero que desea es que su propia familia haga lo necesario para ayudar en lo que se pueda, sobre todo cuando el tiempo apremia si se trata de un padecimiento físico que requiere atención urgente mientras que, en el segundo de los casos, para que, si es indispensable, se busque la asistencia legal adecuada para recuperar la libertad o se emprendan las acciones jurídicas pertinentes para avanzar en este objetivo.

Para quienes han enfermado y reciben visitas, ya sea en el hospital o en casa, de acuerdo con las circunstancias del caso en específico, no hay nada más reconfortante que la compañía sincera de un amigo o de un compañero de trabajo que se toma el tiempo para hacerle al enfermo más llevadera la situación. Es más, me atrevo a asegurar que quien se encuentra encamado se reanima y se siente mejor con la presencia de quien lo acompaña en el lecho, que por el efecto que puede causar la medicina.

Y es que, amable lector, está comprobado científicamente que -en ciertos casos- no hay mejor medicamento que una inyección de ánimo, que puede representar una visita, una compañía agradable de alguien que se preocupa genuinamente por el estado de salud de un enfermo, con lo que este llega a presentar una mejoría notable en cuanto siente que es importante en la vida de otra persona. Quien esto escribe lo ha experimentado un par de veces en que ha sido necesario someterse a sendas intervenciones quirúrgicas, de tal forma que nada se compara, después de salir del quirófano, con la compañía de los seres más queridos, pues se siente una energía especial que reconforta y alivia como por arte de magia.

Por otro lado, aunque, afortunadamente, el autor de esta columna nunca ha sido privada de su libertad por la autoridad, es de suponerse que quien es encarcelado, justa o injustamente, debe necesitar la presencia y el apoyo legal, pero sobre todo moral, de los familiares y amigos más allegados, ya que debe tratarse de momentos difíciles, de incertidumbre, por ignorar cuándo podrá abandonar la prisión, principalmente si el inculpado es inocente.

La sabiduría popular, no cabe duda, no se equivoca cuando se establece que en la cama y en la cárcel se conoce a los amigos, a esas personas con las que incondicionalmente contamos en todo tipo de circunstancias, sin importar si cometimos un error y por ello hay que pagar con prisión.

En este contexto, los padres tenemos la responsabilidad de inculcar en los hijos valores como la solidaridad y la amistad; sin embargo, no hay que perder de vista que esto sólo se logra a partir del ejemplo, con nuestras acciones, ya que de nada serviría que les fomentáramos actitudes de apoyo y generosidad si estas no se reflejan en nuestra diaria actuación.

 Es importante que los hijos sepan que la amistad se afianza y se consolida cuando se acompaña a los amigos en los momentos más difíciles de la vida, y no sólo cuando se trata de divertirse y pasarla bien, pues eso cualquiera lo puede hacer; sin embargo, en episodios como de enfermedad y de problemas legales es cuando realmente se constata quiénes son los verdaderos amigos.